lunes, 15 de noviembre de 2010

Un amor de...

- "A veces pienso que no vale nada lo que uno se guarda. Si no ve la luz, no nace; entonces nunca fue, entonces nació y murió en uno, entonces qué horrible porque hay muerte en el alma de uno, hay cosas muertas".








hay chicas muertas...


G.-

Café de ventrílocuo

Van dos tazas de café, del más amargo y puro que existe, y mis palabras no se animan a deslizarse por mis dedos y dejarse caer sobre el papel blanco, virgen. Parece estiércol destilado por plumas de acero y por allá atrás, justo detrás del mostrador donde atiende Dios y por encima y delante de la viuda de ojos parcos y silueta triste se extienden mis manos de piedra, todas llenas de cayos y pesados recuerdos que no hacen más que completar mi figura sin forma y no logran otra cosa que sostener mis brazos sin sentido, sin equilibrio.

Mis auriculares se enredan en mi pelo y mis dedos caen sobre el teclado, las palabras no fluyen, el francés ha muerto antaño en mis vocablos y el laizzes faire no me da alivio alguno, y lo tengo que dejar pasar y ser passer y convertirme en un impasse eterno, donde los resplandores de luz que provienen desde el closet y las tejeduras del polar de mi padre fueron hechas a prueba de balas y donde cada una (y todas, por cierto) de estas palabras se repiten sin cesar, una y otra vez, en esta tautología inagotable que se me ha dado por nombre, por simple nomenclatura y que se presenta a los ojos de los demás como algo inacabado, pero útil. Y. Muchas Y; sirven para conectar, pero claro está que a mí no me ayudan a entender.

No es cuestión solamente de hilar palabras complejas o escribir frases altisonantes a través de un teclado negro, de letras gastadas y desgarradas por el paso de las yemas, de las manos, de las uñas y las limas de hierro, de ese metal que ya no se encuentra porque fue enteramente volcado a la construcción de un anfiteatro del destierro, donde la obra que oscile en las carteleras de sus alcobas de aristocracia sean pura palabrería barata, de esa que escuchás por la calle, pero que te llena más que una poesía del más retorcido intelectualoide de escritorio que se pasa la vida posado delante de los libros, posando para la foto del fichero del tribunal I, ahí donde acaban todas las causas, cajoneadas por el paso de la Maldita Costumbre y donde nuestras inveteradas creencias se vuelven profanas profecías, de esas que andan deambulando, constantemente, por cafés, puestos de diarios, calles arboladas y cenas familiares, donde la principal ausente, es la Palabra.

G.-

domingo, 7 de noviembre de 2010

La JP francesa.


L'Etre et le Néant.

L'enfer c'est les autres.

El hombre está condenado a ser libre, porque una vez que está en el mundo, es responsable de todo lo que hace.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Sarzar

Y ellos eran un eximio refugio de amor...



Solo sesgado por un eterno ardor, esa indeterminación del primer momento
ese desasosiego, ese desconcierto... hecho libertad.



Y en medio de esos atavíos de indómita prohibición, de esa pura ceguera (¿acaso para qué fue necesario ocultar tanto sentimiento, si el juego de azar ya había comenzado, la baraja se había consagrado al más firme de los etarios, al más pulcro apasionado salto cuántico e inmediato, al infinito deseo arbitrario exhibido en la vitrina del desenfreno y el exterminio decidido decisivo del letargo, de ese vil maniqueísmo, de esa mentira encastrada en nueve meses de lucha?), nos dimos al libre cuento, al libre tarareo, al pérfido deseo fruto, deseo mujer, deseo hombre, deseo animal, deseo al fin, deseo nuestro...pérfido, nuestro, pérfido, perfecto, per te, per me, por siempre... esa perfidia capital que significa amar, amarte, aún en los tiempos del cólera, aún en tiempos turbulentos, aún en tiempos lentos y vidas rápidas, aún en la inexistencia e intangibilidad del tiempo, aún en un glíglico extraño, aún en un barrio desandado, aún, aún...



Eran pura verdad: ese era el problema.

Era necesidad mutua: la promovida prohibición.

Era eterno resplandor, eterna reconciliación, eterno dolor, eterno amor: cuestiones no menos accesorias que las demás.

Y los doctores los declararon locos;
los artistas, morbosos;
los colegas, quejumbrosos;
los analistas...no tienen nada que hacer...

Mas eran doctrina efímera, en esa permanente práctica que tanto amaban, que tanto trabajaban, que tanto vida daban le ella a le a... L'enfer, moin aime...


G.-

lunes, 1 de noviembre de 2010



Basta por favor. Solo te pido que ya no me grites...
Sal de mí. Grítate. Vomítate.
Solo quiero oir tus alaridos los lunes por la madrugada, justo antes del deceso,
justo después de la muerte.
Solo vete.
Ya déjame.
Grita.
Gritemos.