lunes, 2 de enero de 2017

Atravesar la fantasía

No sé sobre qué escribir. No tengo en claro qué es lo que quiero decir. Tan solo puedo arrojar un manojo de palabras que construyen algo, que dicen - gritan - algo. Ese "algo", sinceramente, no sé qué es. A veces me animo a pensar que es una suerte de "contenido" que lo es todo y nada a la vez. No voy a dar vueltas, tranqui. Es algo conciso y directo. Bah, eso creo.

Una vez un profesor me dijo que el problema no es que sepa o no la técnica o cómo tocar tal o cual cosa en el piano, sino que el problema está cuando se nos pone una hoja en blanco delante y es uno el que tiene que hacer trabajar las manos junto con la cabeza y el corazón para que de esa suma de figuras y líneas brote "algo" que conmueva. Que te conmueva a vos, a mí, a aquel, ese que está en la esquina parado sin más o el viejo que se sienta bajo el árbol, mate en mano y ojos teñidos de cansancio al frente, todas las tardes, en alguna calle perdida de Palomar.

Ese "algo" indescifrable se muestra sin dejarse ver. Es decir, para andar sin rodeos: se muestra como "algo" que está ahí y sin embargo no puedo ver qué carajo es. Y sin embargo ahora no me parece aleatoria la analogía con el "algo" que componer en la hoja en blanco. Tal como si la vida misma fuera una hoja en blanco sobre la cual escribimos, dibujamos, pintamos, silbamos, mientras pensamos qué hacer. Aunque, seamos sinceros, la mayoría de las veces son garabatos, gestos inacabados, nos quedamos inconformes. Bueno, a mí me pasa, qué se yo...

Ahora bien, ¿por qué no le ponemos nombre? (y acá percibo que las catárticas sesiones de terapia "algo" me han influenciado). Digamos que este "algo", al menos para salir del paso, tiene nombre de animal: Tiburón. ¿Por qué Tiburón? Porque son el ejemplo perfecto para el "'algo' que se muestra pero no se deja ver". Hay tiburones de superficie, el que está al acecho y le ves la aleta y casi que sentís el crujir frío de sus tres líneas de dientes contra tu cuello; y los hay de profundidad, como los submarinos, como un kraken o un leviatán, están por ahí, no los ves, no los percibís, pero sentís que hay un "algo" que llena toda la impermeable oscuridad que del mar hace su refugio, ya de día, ya de noche.

Tal vez me ponga a divagar mucho, pero acá se pone interesante la cosa: lo paradójico del ejemplo es que, si sigo la línea de la hoja en blanco en tanto que "algo" por hacer en ella, el Tiburón es una obra propia, que así como la creé, la puedo deshacer. Ese "algo", ese "contenido", ese "Tiburón", está ahí, constantemente, porque está al acecho, impertérrito como guardia suizo, frente a frente como los dos gallos, uno rojo y el otro negro. Es una imagen de por sí terrorífica, mas no mortífera. Basta con que esté flotando en medio del agua cristalina de cualquier playa caribeña para que su mera presencia en la ausencia del infinito mar sea atemorizante. ¿Y esto por qué? Porque es un "algo" que viene a completar una "nada". Falta envido y resto. Falta.

La ausencia siempre es más visible cuando se hace presente (qué tremenda como triste paradoja, ¿no?). Y lo es más aún cuando ese espacio vacío que percibimos no ya fuera o alrededor nuestro, sino en nosotros mismos, como parte constitutiva de nuestro ser, es cubierto con un "algo", en este caso, Tiburón. Demasiadas atribuciones para una bestia que actúa por instinto y no por razón (¿cómo podría ser de otra manera, no?), que ataca sin saber porqué, que ataca cuando se siente amenazado o cuando percibe sangre en el agua. Y sino, deambula por ahí, sin pegar un ojo para no hundirse hasta el fondo abismal del océano y perecer por inanición y asfixia.

Para salir del agua y buscar otras formas de saber que no hay vacíos ni ausencias, sino solo ansias de ser, es necesario atravesar la fantasía del "algo" al que le pusimos nombre (o aún no, depende cómo venga la mano), pasar a algo distinto y que en vez de angustiarnos nos haga sentir enteros, decididos y llenos de sentido. No le demos tregua al vacío y logremos que lo que hagamos tenga sentido: es mejor actuar como los humanos que somos y no como el tiburón que sin sentido alguno (más que el de su animalidad) hace de sus días pura agresividad.

Buenas noches.

G.-