Como ciegos se abordan,
se desbordan,
se besan desenfrenadamente
como si de las deshoras del tiempo
no hubiera más que el rubí de sus ojos
o lo opaco de su pelo.
Entre desasosiegos y melancolías,
entre la estela blanquecina del mar a horas del día,
entre manos desatadas y furias enardecidas
crepitan las hojas del ocaso de la desidia,
mi amor hecho trizas.
La tristeza resquebraja el alma
como la iniciativa aviva el fuego,
lo deja seco de tugurios
y abre agujeros en el suelo,
tal como abre las heridas
a la hora del entierro.
Los amantes se aman y desarman,
se animalizan y humanizan,
se hacen eco y se hacen dicha,
como las olas se hacen bruma
al momento de la cresta siendo orilla.
G.-
jueves, 24 de diciembre de 2015
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