miércoles, 4 de enero de 2012

Dictamen

El llanto desciende por tu vértice, y no siente el vértigo ni el miedo a caer en tu abismo de indiferencia.


Los recuerdos de tu presente te producen deshonra y aún no sabes qué es lo que esto significa. Las gotas caen, una tras otra, como en una catarata interminable, dotada de agua fría. Los párpados disparan despavoridos hacia el horizonte y el esmalte caoba de tus ojos se delata triste. La tez de tu boca se estremece y los besos que osaste propinarme, no me pertenecen.

Ciega estrafalaria, tu locura ya no provoca estupor, es parte del paisaje. La indiferencia del abismo es equitativa. La justicia de la atrofiada morfología hexagonal de tu cuadrado pensamiento no hace más que lograr que toda esta paupérrima ecuación cuaje, tal como si lo bello fuera aciago y cínico.

Después de todo, la dignidad no se pierde ni se gana. Se trafica a montones. Y no dudas en tranzar una y otra vez. Esa estela de inocencia que parece recubrir tu cuerpo, no hace más que demostrar lo senil de tus movimientos. Esa desavenencia, ese desdén profano que desparraman tus manos. Ya no te queremos ver por aquí. Es tiempo de presentes mejores.

La escuela de la vida, nunca dictó cátedra. Frente al bajo presupuesto (por no decir inexistente), los docentes (y decentes) han desistido en su tarea de educar a díscolos de prebenda, a jueces de cruces, a guardianes del alba eterno, y demás. La escuela de la vida es una ilusión fallida, forjada, según lo que los jóvenes sabios rezan sobre el sepulcro de sus dioses caídos, en la alborotada ciudad de las Luces (y eso que muchos pensábamos que era algo tan miserable y vacío como un siglo).

Las luces se apagaron, solo quedan reflexiones de diván e hipnosis de fantasía.

El llanto te coloca nuevamente en tu lugar. Sos bella. Interesante. Llamativa. Pero hay un lugar que nunca podrás ocupar. Tu descortés lozanía suele azotar a los más desfavorecidos (aunque a muchos afortunados también, cuenta la leyenda). Señora Soledad, le pido que me deje tranquilo, ya tuve demasiada compañía con usted. Está tan presente como la propia vida. Sólo que esta última sabe esconder sus sonrisas y sus ojos.
Ya no llore. Nos volveremos a ver. Saludos cordiales.


G.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario