sábado, 7 de enero de 2012
Miserere
¿Qué es esa insoportable levedad que me empuja hacia la nada, hacia lo inerte que en mí supe crear? Casi por omisión, mis huesos desaparecen y la humanidad se apiada de mi piel. Es la miserable encarnación de un viernes por la madrugada en el que las voces del olvido saturan mis oídos y los recuerdos del mañana ya se disipan en la bruma de la estepa. Memoria. Miseria. Mentiras. Resulta ser una existencia nauseabunda, vomitiva, estéril, vacía de contenido. Y, perplejo ante la adjetivación constante, en la que el ego se vuelve alterego, cedo a plena voluntad y dejo caer la sábana desde la cama hasta el piano, mirando el naciente temor de quedar descubierto frente al mundo. Inerte.
Forma simple y ajustada de escaparse del diván y el análisis. Es tiempo de reconstruir utopías y de dibujar nuevos y luminosos amaneceres, en donde el mundo sea todos los mundos, posibles e imposibles.
Para ser un loco, hace falta haber escalado hasta lo alto del monstruo de la mediocridad y el "equilibrio sacro". Además, eso de ser siempre bienamanerado, sutil, cortés y sublime, se vuelve una práctica aburrida. Una pobre sensación de olvido nos recorre si profesamos la indiferencia burguesa, si nos amoldamos en bloques y no nos subvertimos. Ahora es el tiempo del levante. Ya no quedan rémoras y es necesario devolver los peces muertos al agua, para que se les otorgue digno sumergimiento. Por ahora, no descanso. Buenas noches.
G.-
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