lunes, 22 de octubre de 2018

Una tarde en Podestá con JB Walker (Continuación)

Ya se venía acercando la hora de irme a dar clases, otra vez. Estaba cerca, serían unas 6 o 7 cuadras. JB seguía incisivo e intenso. No escatima recursos ni palabras en demostrar todo lo que sabía o todo lo que había vivido. Yo seguía escuchando con cautela y cierto regocijo mientras terminaba mi café.

Nos habíamos quedado con Desarma y sangra en el capítulo anterior. A partir de ahí, todo fue cuesta arriba. Mencionó a los que conoció en la cueva de Pueyrredón, allá donde ahora está el Hard Rock Café, cerca de la Facultad de Derecho, también en la Perla de Once (hoy convertido en otro antro, pero posmoderno, con menos apego y más kisch), lugar emblemático donde se gestaría parte de nuestro rock nacional con La balsa de Lito Nebbia y Tanguito.

Pasamos a la filosofía. Sin miedo a lo que vendría, pusimos primera y arrancamos. Ya, a buenas de primeras, Sartre. O "Jean Paul Sart..." como él lo pronunciaba (ya les había adelantado que algunos nombres quedaban por la mitad en el relato). Junto a él, la inseparable e imprescindible Simone de Beauvoir y, por si fuera poco, lo menciona a Camus. Claro, entre él y Sartre había pica. Le comenté que yo me sentía más cercano a Sartre, porque me había interpelado primero, y porque entre su Ser y la Nada y El existencialismo también es un humanismo me había enamorado, aunque cuando lo conocí a Camus también me enamoré de él, sobre todo en El mito de Sísifo, ensayo breve y cargado de nociones si los hay.

Él, JB, que ya parecía querer hacerme la contra en todo, se pone más del lado de Camus que de Sartre y utiliza un argumento que me duele: "Lo que tenía Camus es que era extranjero y Sartre se burlaba de eso, se aprovechaba. Camus era un francés de segunda para la academia. No te olvides que era argelino de nacimiento mientras todavía eran colonia francesa". Sí, sí. Ya sé eso. ¿Y? Si nunca dije que Camus era un bodrio, todo lo contrario. Me reservé el comentario.

Viendo que ya se me agotaba el tiempo y no la podía estirar más, me levanto y le alcanzo la taza de café a quien atendía la barra. Pago y amago a salir. JB me sigue, impertérrito, con ahínco. No me molestó. Simplemente caminamos. Me pasó su número para que armáramos una zapada (no te olvides que el tipo era guitarrista). Lo anoté como pude, era un número de línea, aún no me decidí a hacer la prueba, porque supuestamente es el de su hija que vive en Palomar, pero él está parando en una pieza en Almagro y etc.

Llego a mi lugar de trabajo, con un fuerte apretón de manos nos saludamos y cada cual siguió su camino.

No sé si fue el azar, el destino, el universo o Gandhi. Sin embargo, considero que fue una tarde productiva, amena y anecdótica. He aquí la anécdota. Quedan cosas fuera del tintero, pero son guiños menores. Lo importante está acá. Como vos. Como yo. Como todes los que queremos que este sea un lugar mejor para pasar nuestras cortas vidas.

Hasta la próxima.


G.-

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