La respiración se me vuelve seca y dañina. Ya no quiero dañar, ya no desesperar. Tantas veces cuesta tanto no costar, como tampoco sucumbir y seguir palpitando el rugir de nuestros efímeros latidos, recuerdos vanos de mañanas inexistentes y noches pasajeras que se van como el derrumbe de un casquete polar, hundiéndose en el mar, hilando fino y llegando hasta el fondo, bien abajo, allá donde no da la luz, donde nadie se aventura, donde las bestias de nuestras pesadillas son realidad, donde la oscuridad es el día y la noche y donde la Soledad es una compañera infranqueable e inexorable. Es un lugar donde no se puede sentir, no se puede nadar, no se puede correr, no se puede escapar. No es la simple, sutil y común Anhedonia. No. Es otro lugar, que no tiene nombre, que no tiene lugar, que no tiene "ahí". Es un lugar sin lugar, un espacio sin entrada, sin salida, sin nada. Es la nada misma, y como nada misma, es el todo de nuestra existencia y el perfil perfecto de nuestra náusea, es un manifiesto, es un ser etéreo, es una deidad antropomorfa que se nos presenta omnipotente, pero que en realidad solo es producto de nuestra vaga imaginación. Es vaga porque no puede imaginarse la no existencia de esa justificación arcana de la existencia de una imaginación justificadora, justiciera, jeringa. Que inyecta y penetra e interviene el torrente sanguíneo y nos nubla el juicio.
Entonces las nubes se desvanecen. Ahora todo es claro. Pero de tan claro, todo se torna oscuro. Imaginemos una escena apocalíptica, cruel, horrible. Ahora ya no la imaginemos. Hagamos contraste blanco-negro con imágenes dibujadas en color y pintadas en lápiz de punta rojo y tez morena. Escribamos pinturas de tétricas poesías y hagamos de nuestros pormenores menesteres imprescindibles. Socialmente necesarios. Como el tiempo para elaborar una mercancía.
O mejor aún, no hagamos nada. Dejemos hacer. Dejemos que nuestros cuerpos hagan lo que no se figuran nuestras fofas mentes. Dejemos hacer. Dejemos que nuestras manos se juntes, se toquen, se rocen, sean unas de otras y otras de nadie. Seamos todo. Seamos nada. Seamos. Tan simple y tan complejo como todo eso. Qué mierda. ¿Para qué tanto palabrerío barato cuando no importa lo que diga? Está bien, va más allá. Siempre va más allá... qué gran chamuyo, compañero. Pero no importa. Hoy es noche de rock and roll, es una noche estrellada y no importa que no sea así, yo me la figuro así, total, ¿quién me impide hacerlo? ¿Vos? Es decir, ¿yo? No, por favor, no jodamos.
¿Quién es Eso, mas que yo diciendo "no soy"? Y no me importa serlo. Esto no tiene sentido. O sí lo tiene. El sentido está en quien lo lee. Cada uno encontrará lo que se le cante o no encontrará nada, ¿quién sabe? Nadie sabe nada. Lo único que sé, es que ese del primer párrafo, no soy yo, el del segundo tampoco, el del último, menos... soy ese y todos los demás. Y así como soy todos, soy uno. Soy.
Buenas Noches.
Hoy no hay letra, porque no vale la pena ese ser que la encarna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario