sábado, 11 de octubre de 2014

Párvulo del silencio

Somos el silencio
que recorre tu hiel,
siendo la paz
que amordaza tus manos.

Hey, amigo,
¿dónde vas?
si es que aún hay más,
ya no queda nada (/nada).

Somos el destello
del presente,
la sequedad
del futuro.

Somos la cópula
henchida de desazón,
el desasosiego
vuelto pavor.

Somos el silencio
de todos los otoños
de indiferencia
y parco color.

Una plegaria al anochecer,
uñas rotas en el andén,
el olvido del ser,
ahí van los muertos otra vez...

Soy un párvulo del silencio,
porque mi voz decide no callar
y por los laberintos del fauno
andar, sin rumbo.



Imagen: Disco The garden - Unitopia (2010).


G.-

martes, 5 de agosto de 2014

Hiperrealismo metafísico

Victoria.

El surrealismo ha ganado. Lo único que sucede es que nadie se percata de semejante hecho, de proporciones épicas e inigualables. Y sin embargo, está tan naturalizado, tan metido, que termina hecho a un lado.

Confianza en el Prog – rezo por vos.

Sin fianza, los muertos se levantarán y serán Dios en la inmensidad del Estigia.

Aún estamos vivos. Aún cantamos. Aún amamos. Aún hacemos el amor.

Sentencias. Epitafios. Designios del final.

Al final, todo vuelve a ser como en el principio. Todo y nada. Este fluir nos hace renacer.

Buenas noches. Feliz vida.



Imágen: Max Ernst



G.- 

miércoles, 25 de junio de 2014

Apariencia

La angustia no tiene fondo.

Los manuscritos están dispersos sobre la mesa. Las hojas forman una suerte de yenga embravecido que clama piedad a gritos. Los libros no son más que pelotones de infantería pesada dotados de desasosiegos infranqueables y penas lastimosas.

Las horas pasan y el reloj da las siete de la tarde. El sol ya cayó y la noche se hace presente como estela pura de olvido y de perdón. Perdón.

“El tiempo es un bien escaso”. Y a veces la gravedad es un mal necesario, para saber que aún tenemos los pies en la tierra y la cabeza en el aire.



Imagen: Gravedad zero. Nikolay Tikhomirov


G.-

sábado, 21 de junio de 2014

No sé

No sé porqué vuelvo al mismo lugar en el que los sueños desfallecen y se hacen uno con el correr del río. No sé porqué respiro lo que se respira, aún cuando se sabe que no ha de respirarse.

Tan solo una pausa y todo quedará hecho trizas.

No hay instantes ni solsticios que alcancen para poder decir lo que sobra o estructurar lo que falta. Nadie sabe. Todos sabemos.



Mi cabeza divaga. Un paso. Dos. Quizás… quizás ni siquiera uno. Y así volvemos al primer casillero.

¿Hasta qué punto me pertenezco? ¿Hasta que punto soy yo y no otro que no sé que soy? Siempre son las mismas preguntas. Siempre las mismas cuestiones. Siempre. Siempre, ¿cuándo?


Esta noche, realmente, no sé. 


G.-

martes, 6 de mayo de 2014

Cuestiones

¿Cuántas veces lloraste de pena?
¿Cuántas veces lloraste de alegría?
¿Cuántas veces inmortalizaste un suspiro
ante la caída del sol en la tarde?
¿Cuántas veces creíste en vos?
¿Cuántas veces creíste en los otros?

Despertarás una mañana sin saber cómo te llamas,
despertarás otra mañana conociendo tu soledad
y sabrás que lo que el espejo del baño te muestra
no es más que a aquel otro
que por las noches te traiciona
y que en sueños te hace planteos
a la luz de la luna.

¿Cuántas veces te perdiste
en un instante de desasosiego?
¿Cuántas veces cerraste la puerta
sin siquiera mirar qué hay detrás?
¿Cuántas veces te pensaste desafortunado,
aún teniendo el futuro en tus manos?

Vivimos un tiempo
donde lo serio se vuelve cursi
y donde la tragedia tiene que ver
con propagandas y agendas.

El verano se hace invierno,
el amor una suerte de pava vacía
donde la felicidad asume el precio
de una vida desvanecida.

El mar nos devuelve los restos
de un pasado inhóspito
y el presente se hace trizas
con cualquier pronóstico.


Entonces,
¿cuántas veces
hemos de hacernos estas cuestiones
para que dejemos la valija
y empecemos a asumir la vida?



G.-

viernes, 24 de enero de 2014

Bailarina

¿Cuántas veces he de perecer
en el letargo de tus ojos,
que me miran sin creer
que caigo a tus pies?

¿Cómo he de concebirte,
sin manos,
sin piel,
sin temor a volver a perder?

Es que acaso la noche,
esta noche,
como ninguna otra,
sea la mejor bienvenida
para el desfile de nuestras caricias
hasta llegar al recoveco más recóndito de tu ser.

Tus piernas largas
de bailarina,
tu sonrisa leve
de amor,
tus ojos en mis ojos.

Mas sólo me basta afirmar
que sin prisa pero sin pausa
mi cuerpo avanza raudo en tu búsqueda,
mas es mi conciencia la que sesga nuestro encuentro.

¿Cómo decirte
que a las tres de la mañana
aún te recuerdo aquí?

G.-

martes, 10 de diciembre de 2013

Solo resta resistir...

¿Sabés lo que es anhedonia? Anhedonia es un lugar donde las cosas no están ni mal ni bien, sino donde apenas pueden llegar a estar. Anhedonia es un lugar donde el día es noche, mientras la noche se hace día y todo vuelve a ser así, una y otra vez, sin resquemores ni lamentos, lo mismo, lo igual. Anhedonia es aquel lugar donde no es posible experimentar placer alguno. El placer está dado por el displacer; se produce una suerte de entrecruzamiento entre lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, siendo esto último lo que prima...

Anhedonia surrealista es un lugar donde los sueños del displacer se hacen realidad y en donde lo que está lejos y profundo en el abismo de nuestras sinrazones, se hace carne, se hace texto, para que vos, yo o el que sea, haga de sí, uno mismo y no otro distinto de sí. Ser uno solo consigo mismo, sin ser otro, a la vez que se es otro contra sí mismo, para poder reconocerse y verse tal y como (cree que) es. Somos ilusiones trípticas de aquello que queremos ser: sea por un motivo o por otro, somos en realidad figuras resquebrajadas que se vuelven a entretejer, de aquello que soñamos ser, sea para bien o para mal, es decir, o somos más de lo que esperábamos o somos una sanguijuela de nuestros sueños, siendo totalmente improductivos para nuestra vida. Es ese – y no otro – el motivo por el que caemos una y otra vez en la desdicha triunfante del desasosiego, del arrepentimiento, de la melancolía y la vergüenza de lo que hemos hecho de (y por) nosotros.

El surrealismo es, quizás, el desorden cósmico más organizado y racional que existe, en la medida en que lo que de nuestros sueños emerge, Es. Y ahí no habita más que la pura razón (no así la razón pura), porque es nuestra cabeza la que fabrica semejantes monstruos o semejantes ilusiones.


Imágen: Magritte

Y no hemos de condenarnos por lo que somos ni por lo que queremos ser. Sólo queda una salida: ser la mejor versión de nosotros mismos, porque no hay ni mejores ni peores. Hay seres en litigio, en pugna, en colaboración, en unión, en libertad o enjaulados (en cualquier tipo de prisión). Desde el momento en que reconocemos que somos, se produce un pasaje entre lo que deseamos ser y lo que efectivamente somos. Es en el mutuo reconocimiento en el que se elabora la personalidad; necesitamos del Otro en tanto que Otro. Ahora bien, si ese Otro es un Ogro para nosotros y no un Origen del acercamiento mutuo, entonces la personalidad ha de ser una especie de refugio de la no personalidad, en la medida en que no somos más que aquello que no queremos ser, en tanto y en cuanto el Otro nos ha puesto la mano encima.

No hay más límites que los que uno se proponga. Siempre hay condicionantes materiales que a uno le obligan, en cierta manera, a pintar de forma un poco más amena sus límites... pero lo crucial, es nunca doblegarse, ser firme y decidido en su camino. Las únicas comas del texto, serán aquellas que nos den un respiro para seguir camino.

Siempre queda algo para decir,
Siempre hay algo más,
Siempre en busca de más...