sábado, 8 de diciembre de 2018

Resaca de domingo por la mañana



Todos nos aventuramos en las penumbras de nuestra conciencia con el fin de desencadenarnos del dolor y de todo lo que nos pueda hacer mal. Sin embargo, muchas veces nos encontramos con ramificaciones y altibajos que socavan nuestras intenciones. Es en ese momento cuando ingresa la música, nos libera y nos invita a luchar por lo que mas queremos.

Estas palabras quedarán arrojadas al vacío, como cualquier atisbo de acercamiento que pueda desenmarañar desde mi cabeza hasta mis manos. 

Quién sabe si alguno de estos días, alguna de estas noches, nos veremos otra vez.



G.-

martes, 13 de noviembre de 2018

El día en que conocí a la Tota Santillán

El domingo pasaba como resaca, azaroso en su andar, predilecta jornada de reminiscencia y redención. Después del típico asado (en su versión reducida, al horno, sin ensalada ni achuras, debido a la crisis que azota este suelo nuestro), me dediqué a observar la nada. Es curioso que uno se encuentre en ese estado en el que no pasa...Nada. Vivimos tan eufóricos y tan en "el momento de la cosa" que se nos pierde de vista todo lo que no es efímero o instantáneo: el aleteo de un colibrí, el canto silencioso de un malvón, la sombra taciturna del parral o la quietud inquebrantable de tu mirada.

A vos, que mirás estas palabras como desnude, como desvestirse, como inmolarse en el silencio, o en el hastío, o en las mil y una cosas que se te pueden cruzar por la cabeza. A vos, que pensás que no hay nada, cuando en realidad lo está todo. A vos, que sin miedo a perderte una y otra vez en vos mismo, respirás profundo, te levantas del sollozo mortuorio de tu cama y te dignás a intentarlo una vez más.

Eran casi las cuatro de la tarde y con T. buscábamos un lugar por Ramos donde sentarnos a tomar algo y charlar sobre unos libros. Lo que me da pie para declarar que existen varias formas de zafar un domingo atacado por la tormenta primaveral y el odio de estos tiempos: una birra (o dos, o más), mucha música, unos versos al aire, un superclásico, la Tota Santillán. Y más aún cuando todo eso ocurre al mismo tiempo, en el mismo lugar.

Era imposible escapar de la devoradora de esperanzas: en todo espacio físico accesible había una televisión transmitiendo el partido de Boca - River. Mas, ¿para qué escapar de un superclásico cuando podemos fundirnos con él y sacar provecho de su existencia?

Decidimos entrar en un bar que estaba ubicado en una esquina, luego de haber girado por algunos otros lugares sin mucha suerte. La planta baja estaba llena de adultos mayores, tomando café, con mucho calor. El ala derecha del entrepiso estaba llena de hinchas de uno y otro bando, mientras que el lado izquierdo estaba casi vacío, hacia ahí nos dirigimos. La ventana daba a la calle y se podía apreciar cuán opaco podía ser un día de esos en los que una combinación grotesca de eventos hacen que una ciudad cosmopolita se convierta en un pueblo fantasma. Por los altavoces relucía la voz inconfundible del típico relator de partidos de fútbol, con sus ademanes de proeza heroica y su benevolencia patriarcal hacia las jugadas de menor vuelo.

Con T. teníamos mucho calor. La humedad calaba hondo en el alma y en nuestros cuerpos. Aún no eran las cinco de la tarde para aprovechar una promoción de litro, eso a lo que popularmente llaman happy hour. Así que decidimos esperar la contienda etílica con una botella de agua para los dos. True story.

Sacamos un libro, sacamos otro, anotamos qué íbamos a hacer, qué íbamos a decir, cómo nos íbamos a deconstruir y cómo de ese menjunje haríamos un hermoso trabajo juntes. Más temprano que tarde, habíamos resuelto todo. Sabíamos lo que había que hacer y cómo hacerlo (o al menos eso creíamos y ya era suficiente). La verdadera charla comenzó después, cuando ya no había ademanes advenedizos ni comentarios fugaces. El partido ya había terminado y por los altavoces sonaba la inconfundible voz de Bob Marley. Discutimos un rato sobre eso. Intentamos averiguar qué tema era y lo diferenciábamos de otro. Lo inconfundible era la persistente, inclaudicable guitarra rítmica que marcaba con fuerza los contratiempos del reggae.

La deconstrucción del amor romántico fue un tema clave en nuestro mitín. Somos vidas marcadas por nuestras formas de ver el mundo y sobre todo por cómo queremos incidir en él. Su perspectiva de transformación de la realidad me pareció simplemente hermosa, sincera, total. Admito que me quedé sin palabras. A la crudeza de una realidad sin igual le opuso la esperanza más firme y convencida en la transformación de lo que está como está.

Volvimos a la música sin habernos ido nunca y tanto la mirada almibarada de T., como sus palabras, fueron taxativas: "Como músico, uno es como es". Se desnuda ante el resto. Se muestra de la forma que es, esencialmente. Y muchas veces ese grado de exposición profundo que provocamos con nosotros mismos, no es percibido. Sin embargo, confío en que es un acto de transformación y de justicia poética nuestra labor en y con la música.

T. se levanta para ir al baño. Vuelvo a mirar por la ventana, la noche cayó sobre nosotros y la gente salió a la calle. En eso, entra un hombre corpulento y se sienta en uno de los sillones que estaban a mi derecha. Cae con dos tipos más y una mujer. Su voz, sus ademanes y su andar eran inconfundibles. La Tota agarra el teléfono y se pone a hablar casi a los gritos sobre un programa o una obra policial, no sé, por un momento pensé que hablaba de él mismo cuando decía "yo nunca caí preso, hermano. Estoy limpio". Vuelve T., nos miramos queriendo creer en las casualidades del universo.

Terminamos la segunda cerveza y salimos caminando por la puerta principal.





G.-


jueves, 1 de noviembre de 2018

Montaña con nubes | Composición original



Cuando llegamos a la cima de nuestros deseos, damos un paso de más y caemos de nuevo cuesta abajo. Como el mito de Sísifo, lo único que nos resta hacer es reintentarlo, una y otra vez, hasta que demos con la cantidad de pasos justos y ya no nos caigamos de nuestros sueños.


G.-

martes, 30 de octubre de 2018

El faro de los perdidos



A veces nos perdemos y tardamos mucho tiempo en volver a encontrarnos. Nos acercamos al mar y vemos cómo el crepitar de las olas que rompen su formación contra la arena de la playa nos convocan a zambullirnos y olvidarnos de todo.

Sin embargo, siempre aparece un faro. A lo lejos. A veces pequeño y casi invisible, a veces sin luz. De todas formas, ahí está, y es nuestra tarea buscarlo, reavivarlo y salvarnos de la tempestad.

Disfruten esta nueva música que hice. Que tengan un buen día.


G.-

lunes, 22 de octubre de 2018

Una tarde en Podestá con JB Walker (Continuación)

Ya se venía acercando la hora de irme a dar clases, otra vez. Estaba cerca, serían unas 6 o 7 cuadras. JB seguía incisivo e intenso. No escatima recursos ni palabras en demostrar todo lo que sabía o todo lo que había vivido. Yo seguía escuchando con cautela y cierto regocijo mientras terminaba mi café.

Nos habíamos quedado con Desarma y sangra en el capítulo anterior. A partir de ahí, todo fue cuesta arriba. Mencionó a los que conoció en la cueva de Pueyrredón, allá donde ahora está el Hard Rock Café, cerca de la Facultad de Derecho, también en la Perla de Once (hoy convertido en otro antro, pero posmoderno, con menos apego y más kisch), lugar emblemático donde se gestaría parte de nuestro rock nacional con La balsa de Lito Nebbia y Tanguito.

Pasamos a la filosofía. Sin miedo a lo que vendría, pusimos primera y arrancamos. Ya, a buenas de primeras, Sartre. O "Jean Paul Sart..." como él lo pronunciaba (ya les había adelantado que algunos nombres quedaban por la mitad en el relato). Junto a él, la inseparable e imprescindible Simone de Beauvoir y, por si fuera poco, lo menciona a Camus. Claro, entre él y Sartre había pica. Le comenté que yo me sentía más cercano a Sartre, porque me había interpelado primero, y porque entre su Ser y la Nada y El existencialismo también es un humanismo me había enamorado, aunque cuando lo conocí a Camus también me enamoré de él, sobre todo en El mito de Sísifo, ensayo breve y cargado de nociones si los hay.

Él, JB, que ya parecía querer hacerme la contra en todo, se pone más del lado de Camus que de Sartre y utiliza un argumento que me duele: "Lo que tenía Camus es que era extranjero y Sartre se burlaba de eso, se aprovechaba. Camus era un francés de segunda para la academia. No te olvides que era argelino de nacimiento mientras todavía eran colonia francesa". Sí, sí. Ya sé eso. ¿Y? Si nunca dije que Camus era un bodrio, todo lo contrario. Me reservé el comentario.

Viendo que ya se me agotaba el tiempo y no la podía estirar más, me levanto y le alcanzo la taza de café a quien atendía la barra. Pago y amago a salir. JB me sigue, impertérrito, con ahínco. No me molestó. Simplemente caminamos. Me pasó su número para que armáramos una zapada (no te olvides que el tipo era guitarrista). Lo anoté como pude, era un número de línea, aún no me decidí a hacer la prueba, porque supuestamente es el de su hija que vive en Palomar, pero él está parando en una pieza en Almagro y etc.

Llego a mi lugar de trabajo, con un fuerte apretón de manos nos saludamos y cada cual siguió su camino.

No sé si fue el azar, el destino, el universo o Gandhi. Sin embargo, considero que fue una tarde productiva, amena y anecdótica. He aquí la anécdota. Quedan cosas fuera del tintero, pero son guiños menores. Lo importante está acá. Como vos. Como yo. Como todes los que queremos que este sea un lugar mejor para pasar nuestras cortas vidas.

Hasta la próxima.


G.-

jueves, 11 de octubre de 2018

Una tarde en Podestá con JB Walker

Av. Márquez y Av. Juan Domingo Perón. Pablo Podestá. Lunes. 17.13 hs.

La humedad comenzaba a subir y mientras hacía tiempo para entrar a dar una clase, pasé por una bar a tomar un café.

El frío se había ido de súbito ese día, cuando todavía faltaban dos semanas enteras para la llegada de la primavera. Como siempre, en estos lados del globo, nos adelantamos un poco a todo.

Al ingresar al café lo vi parado junto al mostrador, apoyado con su brazo derecho sobre la barra, hablando con Raquel, la señora que atendía el bolichito.

Tímido e impertérrito a la vez, me acerqué hasta el mostrador y con tono monocorde le pedí "un café, por favor". Antes de que pudiera avisarle que era para llevar, ella ya había tomado una taza y comenzó con el ritual inasible de preparar un café, cuyo procedimiento consta de posicionarse delante de una máquina de color plateado que expide vapores y ruidos similares al de los escapes de los colectivos de los '90.

De refilón, veo que JB me mirá. Tenía unos ojos graciosos, ecuánimes, como si esa tarde fuera la continuación ininterrumpida de una larga noche. Más adelante comprobaría que estaba en lo cierto.

- Buenas tardes, dijo JB.
- Hola, ¿qué tal?, respondí.
- Y...como se puede, son tiempos difíciles, ¿vió?
- Si, la verdad que sí.
- Che, Raquel, este tiene pinta de melómano, como yo.
- Sí, de hecho, soy músico (¡¿para qué abrí la boca?!)
- ¿En serio? Muy bueno. Yo soy del palo del jazz, ¿y vos?
- Soy más del rock, del progresivo, aunque el jazz también me toca de cerca.

Al parecer, no se esperaba que fuera tan categórico. Y sí. Nos separaban 20 años de experiencia absoluta y sus canas entreveradas con el pelo grisáceo que caía a los lados de su rostro trabajado por el paso del tiempo y el ácido contrastaban con mi mirada un poco perdida a esas horas de la tarde en una situación que se ponía cada vez más bizarra y entretenida. Su cara no dejaba de esgrimir una sonrisa tenue acompañada de unos ojos achinados y un tanto atravesados por el sueño.

Raquel me sirvió el café que había pedido y me dispuse a sentarme en una de las pocas mesas que había en el lugar. JB seguía cada uno de mis movimientos. Una vez que me senté y vertí la primer cucharada de azúcar sobre el café negro, me preguntó: "¿Puedo?", señalando la silla que estaba justo frente a mí, "¿puedo, please, sentarme?". Sí. Lo dijo mitad en inglés, mitad en español, true story.

Comenzamos una charla ferverosa, sentía que me ponía a prueba todo el tiempo, con nombres cada vez más complejos, músicos que cada vez conocía menos y una creciente afición por pronunciar los nombres en inglés de tal forma que su comprensión fuera azarosa. Comenzó preguntándome por Mike Oldfield. "sí", le digo, "el de Tubular bells". El tipo no la podía creer. Un pendejo de 25 años que le dijera que lo conocía. Desde ahí arrancó y no paró más: Jethro Tull, la Electric Light Orchestra, el flaco, Charly, Genesis, Pink Floyd, Deep Purple, Miles Davis, Thelonious Monk, volvimos por Manal, La pesada de Billy Bond, Crucis, nos volvimos pa'l norte con Chick Corea, Herbie Hancock, los clásicos como Debussy, Stravinsky, Beethoven y hasta un poco de Bach.

Debo admitir que el tipo tenía cierta facilidad para hilvanar todos los temas de tal forma que pareciera una buena historia bien contada. Del rock al jazz, de la política a la filosofía (donde también osaba pronunciar algunos nombres por la mitad), a la literatura (se hacía llamar "el proletario que lee Cortázar").

"¿Y Zappa, que te parece?", preguntó de sopetón, como quien no quiere la cosa o no se espera el pelotazo en la cara. "Y...digamos que aún no lo digiero", respondí. Ahí noté su primera  expresión de disconformidad. "Escuchalo, escuchalo de verdad y después me decís". Todavía no le hice caso.
"Y Malosetti...y Salinas...no, ninguno me gusta, no me parece que toquen". Daba respuestas donde no había preguntas (porque jamás me cuestionaría si esos tipos tocan o no, pero bueno, digamos que por amor al arte de relato que se estaba gestando lo dejé seguir con sus aseveraciones cada vez más osadas).

A todo esto, me pregunta donde vivo. "En Palomar". "Ah", dice, "en donde están los chetos pobres". Le aclaré que debería estar pensando en Ciudad Jardín, le aclaré que yo era del otro lado de la vía pa' poderla pasar (guiño, guiño), del Palomar - Palomar. Mis aclaraciones no importaban, el seguía fiel a su relato. Yo seguía siendo un cheto pobre. "Ah y tocás el piano, ¡qué obra difícil de tocar debe ser Desarma y sangra! ¿dónde estaba, en Bicicleta?". "Sí", dije, "en Bicicleta". "Ah, me estabas poniendo a prueba, wacho, ¿no?".

Te aseguro que no, y a vos tampoco. La semana que viene sigue la segunda parte.


G.-

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Rieles con nieve



Buenas tardes!

Les traigo otra composición original. Simple, sutil. Para ir finalizando el invierno en esta parte del globo.

Rieles con nieve. Un relato intimista de lo que somos todos en algún momento de nuestra existencia. Disfrútenlo. O no. Cómo prefieran.


G.-

domingo, 2 de septiembre de 2018

Gladiator

¡Muy buenas!

Musicalicé una escena de la película Gladiador (Ridley Scott - Hans Zimmer) que no tenía música aún a modo de práctica.

La escena consiste básicamente en un combate, donde al final se observa la aparición del Emperador romano, algo taciturno y arrepentido. Esa era la idea principal para musicalizar este momento: la épica de la batalla y la melancolía final del emperador. Por eso se decidió utilizar percusión y bronces durante la mayor parte de la escena y en el final unas cuerdas sutiles que dieran cuenta de la tensión que se iba generando hacia el final por medio del rostro del arrepentimiento del Emperador.

Espero que lo disfruten, ¡salute!



G.-

lunes, 20 de agosto de 2018

Sueños

Anoche soñé con vos,
con que éramos uno los dos,
donde podíamos ver que la diáspora infernal del invierno
se convertía en escarcha sólida ante nuestros ojos.

Recuerdo cuando nos cruzamos por primera vez
y eras aún nadie para mí
y yo ni siquiera alguien para vos
y de repente la ventisca nos trajo momentos,
algunos fugaces, otros eternos.

Vos me llenabas de preguntas
y yo de certidumbres,
como esas de las que la filosofía se nutre,
que son alterables, múltiples, disímiles, confusas.

Quisiera conocerte de verdad
sin pensar que todo terminaría en el momento exacto
en el que contamos las horas para vernos,
los días para dejarnos
o los recuerdos para olvidarnos.





G.-

lunes, 6 de agosto de 2018

Ojalá

Ojalá pase algo que me borre de pronto,
Una luz cegadora,
Un disparo de nieve,
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte...


G.-

miércoles, 25 de julio de 2018

Revolutionary Road


Muy buenas! Esta vez les traigo la música de una hermosa película. Me encargué de sacar de oído, transcribir y grabar todo lo que se escucha en el video que aparece más arriba. La música original es del compositor Thomas Newman. La película se llama Revolutionary road (traducida al español como "Sólo un sueño") con los actorazos de Leo Di Caprio y Kate Winslet.

La música es extremadamente profunda, íntima, así como ambigua. No se deja asir en ningún momento, siempre te deja esperando que suceda algo más y de pronto...

No se realizó ningún tipo de sincronización entre el video y la música, simplemente la grabé y luego busqué el trailer de la película (por eso incluye todos los títulos de las productoras participantes) y los amalgamé.

Espero que haya sido productivo mi trabajo y que puedan compartirlo, comentarlo o aunque sea escucharlo y poder disfrutarlo.

Salute!


G.-

lunes, 23 de julio de 2018

Noche



Buenas nuevamente, amigues! ¿Cómo va? Ahora les traigo otra pequeña composición original, titulada Noche. Sigue la misma línea que Tarde, sólo que...bueno, de noche. Con un poco más de emoción y fuerza, ya que evoca la adrenalina de una noche cualquiera en una ciudad cualquiera de un mundo cualquiera.

Cualquiera todo esto, ya.

Espero que lo disfruten, nos estamos viendo pronto, salute!


G.-

viernes, 20 de julio de 2018

Tarde



Hoy les comparto Tarde, otras de mis composiciones originales para visuales.

De a poco va tomando forma la cosa y se van afianzando estas herramientas que fui adquiriendo con el tiempo. La música, como el cine o las artes visuales son formas de transmisión, de comunicación sobre todo.

Espero que esto que compuse - sencillo, modesto - pueda transmitirles algo, aunque sea un poco de paz en esta vida cada vez más alocada que llevamos como sociedad.

Salute!

G.-

miércoles, 18 de julio de 2018

Distopía


Todos vivimos en una realidad paralela constante. Ahora te traigo una composición original sobre ese futuro distópico que vemos todo el tiempo en el cine y que sin embargo se parece más a nuestra realidad que a otra cosa.

Espero que lo disfrutes, lo comentes, lo compartas o lo que sea.

Salute!


G.-

martes, 3 de abril de 2018

Aún soñando

Imagen: Marcelo Anselmo
Música: Gabriel Rossini


Esta es la historia de un amigo. De un hermano. Esta es mi historia también, porque me hice uno con él y nos fundimos en un único mensaje. Aquel que reza sobre la nostalgia profunda de lo no vivido. Aquel sueño inalcanzable de entreverarnos con el mar, nadando hacia la luz. 

Pensamos una y otra vez sobre las formas que tenemos de amar. Las formas en las que el amor se nos presenta y nos interpela. Para mí, el amor es la música y sus múltiples interferencias en la vida: cuando te eriza la piel, cuando te hace llorar, cuando te hace sonreir o gemir de placer. Las múltiples formas del amor son las múltiples formas de la música y de las imagenes que ella provoca en nuestras cabezas. 

Tantas veces pretendemos abrazar esta vida sin abrazarnos a la música, sin darnos cuenta que lo único que nos sigue salvando de la peste de la muerte es el triunfo de la música. Ella siempre gana, porque no tiene oponente alguno. Nada ni nadie puede parársele en frente y darle pelea, porque nos atraviesa de lleno por arriba y abajo, por los lados y directo hacia el alma. 


G.-

martes, 27 de marzo de 2018

El nacimiento del Ave fénix

Primera parte.
El nacimiento del Ave fénix. De por sí, es una paradoja, ya que el momento de su irrupción en el mundo coincide con el de su desvanecimiento y la consecuente conversión en cenizas. Paradoja, como la de toda nuestra existencia junta, apelotonada en una frase o en un conjunto de sonidos.

De esa forma se vuelve sempiterno. Es decir, es un ente que tiene comienzo pero no final. Aunque también podríamos discutir si acaso no es eterno. ¿Cómo saberlo? Como la paradoja del huevo y la gallina, no sabemos qué fue primero: si el fuego y la muerte o las cenizas y el renacer impertérrito.

Composición original. Disfrútenlo.





G.-

jueves, 1 de febrero de 2018

Un día en Buenos Aires

Veo en las luces nocturnas de la gran ciudad el recuerdo firme de todo aquello que somos: seres etéreos en medio del devenir constante de las cosas.

De vez en cuando pensamos en el amor, de vez en cuando pensamos en el mar, de vez en cuando pensamos en el dolor y de vez en cuando pensamos en actuar.

Mas, si fuera posible que estas palabras te hinchen el corazón y te animen a lograr tu cometido, entonces, hermano, las luces de la ciudad iluminarán el poniente tal como el sol cae impertérrito sobre nuestras cabezas en el día a día.

Si alguno de estos versos pueden conmoverte, algo en vos todavía respira, mas no porque sea palabra mía, sino porque son sentires nuestros.

Y cuando estés sólo o sola, de noche o de día, tiritando de frío o de miedo o de dolor o de encierro, nunca olvides todos somos uno en este juego y que hombro a hombro romperemos las cadenas del entierro.




G.-

sábado, 27 de enero de 2018

Aviso de muerte

Ya no hay cartas suicidas. Ahora se anuncia por redes sociales. La persona, simplemente, se va, se sumerge en esa vorágine descontrolada de goce perpetuo y satisfacciones inmediatas.

Mientras más se enteren, más efectivo es el mensaje. ¿Qué pasará por su cabeza en ese momento? ¿Acaso pensará en qué otra foto ha de subir mañana? ¿Nunca te lo preguntaste? Creo que todos lo sabemos. Sino, no se explica este circo de la muerte diaria a la que asistimos, sin preaviso, todos los días de la vida. A cada momento que pasa, nos matamos un poquito más. Ya nada queda.

Sólo polvo. Sólo silencio. Sólo olvido. El tiempo es de quien lo gasta y, como tal, nunca es, porque el tiempo se nos esfuma de las manos en el mismísimo instante en el que intentamos - siempre infructuosamente - asirlo.

Sin embargo, quedamos. Quedamos solos. Desvalidos de nosotros mismo.




Imagen de Think Lumi (https://www.instagram.com/thinklumi/)



G.-