viernes, 16 de septiembre de 2016

Incondicional

Podría tocarte como toco la luna,
podría tocarte como toco las noches,
podría tocarte como toco la cima
aquellos días en los que la quietud camina.

Podría devolverte la vida,
podría arrancarte las vestiduras
de solo mirarte,
de solo decirte,
de solo musicarte.

Podría vivir y vivirte,
encontrar y desencontrarte,
nacer y morir,
como el alba a la noche difumina.

Y sin embargo,
anochece y tu tez blanquecina
se zambulle en el regazo de la noche,
como el zorzal canta a la vida.

La única condición posible
es la no-condición,
porque en todo lo condicionado
esta tu sonrisa irredenta para derribarlo.



G.-


domingo, 17 de julio de 2016

A solas con mi noche - III -

¿De qué va la angustia
si no hay nada por lo qué angustiarse?
¿De qué va dejar de ser yo
cuando lo que importa es no dejar de serlo?
¿Cuántos anocheceres negros bastan
para encauzar las ideas que a marea alta penetran?

Todos los relojes se detienen a la misma hora,
en el mismo momento,
en el mismo incienso,
en la misma tez velada de pasión.

Todas las deshoras del día
se convierten en paredes
mortíferas paredes,
donde solo el sol penetra.

¿Cómo logro llegar hasta tu antepenúltimo recuerdo,
sólo para pensar que no existe,
sólo para sentir que no vuela,
sólo para imaginar que no camina,
el de los ángeles alicaídos que el crepitar de las hojas dilucida?

Siempre amanece del mismo lado,
siempre me recuesto sobre el mismo piso helado,
siempre hago a un lado los tugurios de la mala memoria,
siempre busco respuestas donde no había preguntas.

¿Cómo enajenarse uno
y serse propio,
convirtiendo en invulnerable
todos los momentos del proscenio?

La vida es un pedazo de papel crepé,
no hay vuelta que darle 
y yo sigo buscando un poco de luz, 
ahí donde todas las oscuridades caben.



Imagen: Brassai


G.-


domingo, 12 de junio de 2016

Cómo

Cómo se deshilacha la vida
a medida que el tiempo se vuelve escarcha
y tu rostro almibarado
golpea la vitrina de los recuerdos.

Cómo pasan las horas entre velos y desvelos,
cómo se desvanece la arena entre mis manos,
cómo veo pasar las nubes etéreas entre las sábanas,
cómo.

¿A qué hora amanece,
cuándo, cómo, dónde, por qué,
si la vida es un crisol de esperanzas,
la experiencia nos juega malos recuerdos?

Cómo veo pasar el rio manso,
transitando toda su tempestad,
haciendo de su transparencia mi salvedad,
recordando y acuñando cada desgarro.

El fin de los tiempos nos encuentra solos,
los pisos por encima y por debajo se aplacan,
los relojes marcan la hora del entierro
y siempre quiero creer que aún es enero.

No bastan todos los otoños de este cielo
para sofocar las lágrimas de los bemoles quebrados
por la amargura de sabernos enteros
y desgarrados del mismo lado.

G.-