miércoles, 7 de enero de 2015

Queen Crimson

¿De dónde saliste, luciérnaga flamante que desborda el alma?

Todas las repuestas comienzan con una pregunta, aunque las preguntas siempre empiezan con una respuesta. Tal como si supiéramos todo nuestro destino de antemano, tejemos enredaderas voraces que nos permiten escapar del litigio ominoso, de esta afrenta tan inexpugnable que nos carcome de a poco como un amplificador desgastado y lleno de telarañas.

¿Qué es a lo que nos enfrentamos?

A un mar insólito de verborrágicos seres que, a tientas en la oscuridad, sólo atisban a derramar su saliva ácida sobre el strawberry fields de nuestros encuentros furtivos bajo la luz de la luna. Mientras tanto la marea sube y el piano va cuesta arriba buscando el placer de tus planicies oníricas, donde mis manos solo atinan su golpe de gracia a la hora en la que los fantasmas hacen de nuestra casa la suya.

Reina carmesí que crepitas como las hojas del otoño,
eximio ángel que renace a mares de entre las cenizas
de un pasado que no nos pertenece, ese de antaño,
donde tu mano y mi mano sólo eran escarcha en un herrumbrado prado.

Sólo basta que el desgaste de los segundos nos invada
y que el cielo sereno se venga abajo
o que el sol alumbre su propia sombra,
para que tu rostro terso se pose sobre mis manos.

¿Cómo desestimar tu canto de altura de montaña,
donde ningún rascacielos alcanza siquiera a rozar
y tan tamaña hazaña me encomiendas,
esa de ser justo al acompañar?

Presente encolumne de esperanza
donde descansan mis sueños de esmeraldas almibaradas
y tus ojos de luna siempre atentos
a mis movimientos desaforados y esbeltos.

Ven hacia mí,
descansa en mí,
recubrámonos de pasión
tal como el canto del zorzal se ciñe sobre el tango.


G.-

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