domingo, 16 de noviembre de 2014

Amaneceres

Busqué en tus ojos una respuesta,
pero solo encontré mil verdades
de esas que calan hondo
como una gubia trabaja para mil ebanistas
y este terco ropero que piensa por mí
se aprisiona en la oscuridad.

No existo más que en sombras helicoidales,
no vivo más que para morir y renacer / siempre,
no pienso más que para dejar de pensar / te
taciturna e inquebrantable
tal como las montañas amenazan el avance del mar.

Dejé que mis lágrimas se confundieran con la lluvia
en el preciso instante en el que se asume la carga
de la divina / pulcra / y molesta exactitud
de ver el adormecimiento y el despertar del sol
desde un mismo lugar / siempre.

La luz del día
como las hojas corriendo delante del viento
y la oscuridad de la noche
como la serenidad de los árboles anclados al suelo / renace
la luz / la oscuridad / el viento / la serenidad /
los árboles caídos derraman su savia
tierna savia
sobre el pasto seco que amarra la vida / de un extremo
y la muerte / del otro
tal como mis manos se aferran a tu voz / alba.

G.-

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