Los manuscritos están dispersos sobre la mesa. Las hojas
forman una suerte de yenga embravecido que clama piedad a gritos. Los libros no
son más que pelotones de infantería pesada dotados de desasosiegos
infranqueables y penas lastimosas.
Las horas pasan y el reloj da las siete de la tarde. El sol
ya cayó y la noche se hace presente como estela pura de olvido y de perdón.
Perdón.
“El tiempo es un bien escaso”. Y a veces la gravedad es un
mal necesario, para saber que aún tenemos los pies en la tierra y la cabeza en
el aire.
Imagen: Gravedad zero. Nikolay Tikhomirov
G.-