domingo, 19 de septiembre de 2010

Existencialista, Mi costado.

"Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo. Vino como una enfermedad, no como una certeza ordinaria, o una evidencia. Se instaló solapadamente poco a poco: yo me sentí algo raro, algo molesto, nada más. Una vez en su sitio, aquello no se movió, permaneció tranquilo, y pude persuadirme de que no tenía nada, de que era una falsa alarma. Y ahora crece. (...) ¿Soy yo quien ha cambiado? Si no soy yo, entonces es este cuarto, esta ciudad, esta naturaleza: hay que elegir".

La Náusea, J.P. Sartre.

En definitiva, nos vemos presos de nuestra propia realidad; del contexto en el que nos enmarcamos. Entonces, resulta bastante difícil para nosotros, seres adiestrados en el Arte del Pensar y del Ser (sí, he dicho Arte), abrir los ojos ante las flagrantes mentiras que un sistema pautado para Matar a quien se le oponga, nos arroja todo el tiempo. Es como la existencia, nosotros nos vemos arrojados a ella, no le podemos huir, sería hasta suicida huirle a nuestra (vana, si se quiere) Existencia.

De todas formas, estemos o no estemos, seamos o no seamos, pensemos o no pensemos (Ver: ¿Qué significa pensar?, Martin Heidegger), nos vemos directamente inmiscuidos en nuestra realidad colectiva, espejo retrovisor, caleidoscopio colectivo de un conjunto de realidades heterogéneas, variadas, que terminan en un cuello de botella (casi) infranqueable al que todos llaman Verdad o, simplemente, Vida.

Podríamos decir además que, nosotros no somos aquello que decimos ser o que incluso proyectamos ser, sino que, de una forma u otra, somos lo que los demás dibujan de nosotros. Es decir, nosotros podemos realizar una proyección de lo que nuestro ser, ontológicamente estudiado, Es. Ahora bien, no necesariamente esto termina siendo Nuestra Realidad, en tanto y en cuanto los que están fuera de nuestra vana existencia material, nuestros cómplices, nuestro séquito de compañeros de ruta, lo vean así, o no.

"El hombre puede pensar en tanto tiene posibilidad de hacerlo. (...) solo tendemos de verdad a aquello que, por su parte, tiende en nosotros tal como somos en nuestra esencia, atribuyéndose a nuestra esencia como lo que nos mantiene en la esencia. (...) Lo pensado es lo dotado de recuerdo por el hecho de que nosotros tendemos a eso". (¿Qué significa pensar?, Martin Heidegger).

El ser humano, "naturalmente", está dotado de una heterogeneidad interesante. Por momentos podemos ser bondadosos, dotados de una Capacidad Solidaria muy grande, y por otro lado podemos ser la síntesis hegeliana de Darth Vader, Drácula y demás...pero la cuestión, su quid, reside en que es nuestro deber como humanos, como seres que NECESITAN vivir en sociedad, el tratar de conciliar en cierta forma estos paradigmas metafísicos y fundirlos en un Algo Superior, es decir, debemos tener la capacidad, la humildad y la valentía suficiente como para lograr liberarnos de la alienación que la rutina supone, romper con ese pragmatismo capitalista, ese travestido sociopolítico que supone la escondida alienación material, consumista, que el sistema supone ser en su totalidad, aparentando un "Costado Humano", porque es entonces cuando los capitalistas dicen tener una Cara Humana (parafraseando a la "Dra." Carrió, allá por el 2001-2002).

Yo soy de aquellos que creen que la Trascendencia se logra de abajo hacia arriba. Que uno necesita modificar las bases subalternas de un sistema maquinalmente podrido de raíz, vetusto, añejo, inútil, ruin, etc., etc. La Trascendencia es algo que se encuentra, Esencialmente, en el hombre. Es parte de su Ser en sí, de su totalidad, heterogénea, por supuesto. Entonces, uno trasciende primero en las personas que están ahí, por el simple hecho de existir. Trasciende porque las traspasa, va más allá de lo que sus concepciones metafísicas, físicas y psicológicas engloban, ven más allá, SIENTEN más allá. No soy empirista, pero sí soy de los que sostienen que, como la práctica política, si uno no Siente (esencialmente) las cosas, lo que dice, lo que practica, lo que Es, no tiene sentido lo que hace (o intenta Ser) y todo se vuelve una banalidad vana, una trivialidad Kafkiana, un devenir constante que termina en Nada.

G.-

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